Crítica de ‘The King’s Man: La Primera Misión’, de Matthew Vaughn.

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El universo de Kingsman se expande. Mattew Vaughn se inspiró en la saga de cómics de Mark Miller y Dave Gibbons, para traer en 2015 la adaptación a la pantalla grande, en torno a las peculiares aventuras de una agencia secreta de seguridad británica. Por tercera ocasión consecutiva Vaughn repite en la dirección, con una precuela que viene dispuesta a exponer algo de luz sobre el origen de la organización en el siglo XX. The Kingsman: La primera orden, ha sido otro de esos grandes proyectos afectados por la pandemia y que parece intentar abrir su propia saga cinematográfica. Fe de ello da la tercera entrega de la franquicia original, prevista para su estreno el próximo año, con el regreso de Taron Egerton. Y además, esta nueva película cuenta con una escena postcréditos, lo que da a entender que hay cuerda para rato. Hasta siete películas más entrarían en los planes iniciales de la productora, ansiando explorar todas las posibilidades de este espacio fantástico. Por el momento, nos toca disfrutar de este nuevo capítulo. Y recordad: los modales hacen al hombre. 

¿Cómo era la famosa organización de espionaje de los Kingsman durante la Primera Guerra Mundial? Cuando el mundo está en llamas, un grupo formado por los tiranos y las mentes criminales más malvadas de la historia, entre ellos el carismático y controvertido Rasputín (Rhys Ifans), se unirá para desencadenar una guerra que matará a millones de personas. Para detenerlos, mientras los gobiernos no intervienen a la espera de órdenes, un grupo de agentes armados y dispuestos entrará en acción. El duque de Oxford (Ralph Fiennes), el joven Conrad (Harris Dickinson), además de los experimentados Shola (Djimon Hounsou) y Polly (Gemma Arterton) liderarán la primera agencia de inteligencia independiente cuyo objetivo será velar por la paz.

Esta continuación busca distanciarse claramente de las dos entregas vistas con anterioridad. Un salto temporal al pasado, suponiendo una lección rápida por la historia del mundo, bajo la peculiar visión libre de su director. Cineasta que ya demostró su afición por la historia en el retrato que realizaba sobre la Guerra de los misiles de Cuba, en la genial X-men: Primera generación (2011). Concretamente esta nueva cinta nos lleva hasta los primeros años del siglo XX, justo cuando estaba a punto de emerger el gran conflicto intercontinental de la Primera Guerra Mundial. Un acercamiento a los hechos más relevantes del pasado, asistiendo en primera persona al asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, visitando la desoladora imagen de las trincheras, o apreciando un nuevo (y bizarro) lazo de unión entre las principales potencias: Alemania, Rusia y Reino Unido. Es muy interesante ver este viaje al pasado conectado, con una institución que busca la prevalecía de la paz desde hace un siglo, por encima de las fuerzas gubernamentales. Curiosamente el filme está lo suficientemente bien construido para que entiendas la importancia que conlleva un conflicto bélico. Es fácil apartar la mirada, o maldecir estas confrontaciones, pero es una película que ayuda a entender bien el proceso caótico y humano que conlleva la guerra. Todo forzado bajo una relación paternofilial que te roba por completo el corazón. 

El rifirrafe enzarzado entre Ralph Fiennes y Harris Dickinson, se convierte en el alma de la cinta. La mezcolanza de dos generaciones unidas por la consanguinidad, con distintas visiones sobre la forma de defender el honor de su país, prevaleciendo la figura sobreprotectora del patriarca, tras quedar profundamente afectado por su pasado. Precisamente la intervención de Fiennes representa una gran aportación para el legado de grandes interpretaciones que siempre nos ha venido regalando, y del que quizás no le veíamos en la primera línea de juego desde que diera vida al señor oscuro, en la saga de Harry Potter o en su incursión en el cine de Wes Anderson. El resto del reparto está más en un segundo plano, dejando entrever a geniales intérpretes que podrían tener una gran importancia para el futuro de la franquicia. Dickinson apunta maneras como nuevo paladín que lleva un gran legado sobre sus hombros, pero su padre en la ficción acaba opacando su presencia. Lo más curioso es su entramado en el que vamos observando como el país está interconectado por las pequeñas acciones de una red de sirvientes, un efecto convincente que agiliza la fugacidad narrativa de una cinta. Para algunos podría resultar densa en ciertos tramos, pero alberga suficientes estímulos para mantener la atención sobre el relato. 

La gran sorpresa es el Rasputín de Rhy Ifans. Completamente desatado, potenciando ese halo de misterio que tanto caracteriza a la leyenda, tras el hechicero de los Romanov. Es una lastima que no sea el villano principal de la cinta. Es una bestialidad como se desevuelve de forma alocada, entre muecas, su lucha danzante o su voz de ultratumba. Volviendo a demostrar la versatilidad de un profesional como Ifans, quien acostumbra a estar bastante infravalorado por el gran público. Su personaje representa esa locura identitaria del cine de Vaugh, bebiendo directamente de la desvergonzadamente bruta adaptación de Kick Ass. Se agradece encontrar algo de inesperada picardía en sus diálogos y acciones, en un contexto histórico tan manido, esta adicción le aporta una frescura ligereza. Esta nueva entrega es puro espectáculo. Se aprecia visiblemente el afán del cineasta por el mundo del cómic y la historia, generando una fusión de géneros y consiguiendo edificar una atracción de efectos especiales de primer nivel. 

A rasgos generales se ve a la legua la libertad de un cineasta de autor, el filme desprende una creatividad desbordante. Es un deleite poder volver a disfrutar de una nueva serie de gadgets especiales, o el ingenio que demuestra para que sus personajes sorteen situaciones imposibles. Se mantiene fiel a su apuesta por las peleas coreografiadas cuerpo a cuerpo. Una decisión que cada vez es más difícil de ver en el cine, ayudada por un montaje perfecto que sabe guiarte a través de la acción acelerada. Hasta los movimientos de cámara, representa un estilo propio (ese punto de vista desde la hoja de la espada, es una gozada). Todo una vez más por el magnífico acompañamiento musical de Henry Jackman , con una serie de temas idóneos para elevar el sentido épico de la historia. A nivel argumental consigue ser muy emocionante, al estar repleta de trucos, giros y secretos inesperados. Alberga un profundo refuerzo emocional pacifista, pero que refleja muy bien como los conflictos armados son imprevisibles, retratando con audacia la desolación que dejan a su paso. Tratando una temática cruda, para contar una historia de origen forjada por una unión paternofilial, con un entretenimiento lúdico, aderezado por un genial sentido del humor, que desprende picardía. Una edulcorante clase de historia, que sabe aunar con soltura lo mejor del cine bélico y de aventuras. Me daba pereza la saga de Kingsman, pero mientras Mattew Vaughn esté al mando, que hagan todas las que quieran. Un inesperado disfrute. 

NOTA: 4/5

Juan Carlos Aldarias.

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