Crítica de ‘Minions: El Origen de Gru’, de Kyle Balda, Brad Ableson, Jonathan del Val.

Desde hace más de una década los Minions lo han invadido todo. Los reyes del merchandising iniciaron sus andanzas como secundarios cómicos, en Gru, mi villano favorito (2010), funcionando tan bien que en 2015 tuvieron su propia película como protagonistas. El desempeño de la franquicia ha sido algo desigual en cuanto a calidad, aunque en taquilla siguen siendo uno de los productos animados más lucrativos de la historia, pero a pesar de todo cuando ya han pasado más de cinco largometrajes cuesta creer que haya algo novedoso, en este gag cómico estirado hasta la saciedad. Sin embargo, siete años después estos pequeños seres amarillos buscan volver a ser los reyes del verano, con una producción que ha sufrido directamente los estragos de la pandemia, viendose obligada a retrasar durante dos años su fecha de estreno. Estos pequeñajos vuelven adueñarse de la función, relegando hasta del título, a un segundo plano a quien fuera su protagonista original. ¿Alguien ha dicho: ¡¡BANANA!!?

Son los años 70 y Gru crece en un barrio residencial, en pleno boom de los peinados cardados y los pantalones de campana. Como fan incondicional de un famoso supergrupo de villanos, ‘Los salvajes seis’, Gru idea un plan para demostrarles que es lo suficientemente malvado como para trabajar con ellos. Por suerte, cuenta con la ayuda de sus fieles seguidores, los Minions, siempre dispuestos a sembrar el caos. Juntos, Kevin, Stuart, Bob, y Otto -un nuevo Minion con aparato en los dientes y desesperado por sentirse aceptado- desplegarán su potencial para construir junto a Gru su primera guarida, experimentar con sus primeras armas y llevar a cabo sus primeras misiones. 

Esta es la primera entrega que no cuenta con sus creadores originales, basados por cierto, en una historia original creada por el español nominado al Oscar, Sergio Pablos (Klaus, 2019). Vuelve Kyle Balda quien estuvo a cargo del proyecto en el tercer filme de Gru y el primero de Minions, ligado a la empresa de Universal desde sus inicios a través de largometrajes y por se codirector de Lorax: En busca de la trúfula perdida (2012). Y lo cierto es que la empresa de animación de estas películas, Blue Sky, no destaca demasiado ni en autores, ni en producciones de gran calado pero ha sabido dar en la diana para cautivar a la audiencia con producciones como ¡Canta! (2016) o Mascotas (2016). ¿Quién podría imaginar que habría algo nuevo bajo el sol, tras la explotación constante de sus personajes? Pues sí, sin hacer un gran cambio, Minions: El origen de Gru, consigue revitalizar la fórmula del éxito aprendiendo de sus errores. La primera película de los Minions era tan inofensiva como insípida, intentaba desarrollar personalidad sobre tres de estos secundarios y aún así todo se sentía forzado, elevando el cliché de superponer a una mascota hilarante y adorable típica del siglo XXI, a la máxima potencia del primer plano. Y si para muchos no funcionaba su primera aventura en solitario, era porque adolecía de un conflicto de peso. 

Se sentía como un sketch cómico alargado, elevando el alocado frenetismo (recurrente en el consumo de entretenimiento actual) frente a un necesario trabajo emocional en su argumento. Esta película reincide en la idea de que no se puede romper el equipo, los Minions y Gru funcionan como uno. El regreso del villano es un éxito, aporta equilibrio, pues revitaliza las vicisitudes de la cuestión explorando diferentes puntos de vista en sus personajes para dinamizar el producto. Resulta revitalizante observar las peripecias de infancia de Gru, entre guiños a la saga original, mientras busca hacerse valer como ente maligno tras ser infravalorado por su corta edad, y se nos presenta al villano favorito de este. Se suman al conjunto, hilarantes incorporaciones como las de un nuevo Minion llamado Otto, una maestra del kung-fu y el grupo de ‘los salvajes seis’ como contrapunto. Si bien, no todos consiguen lucirse por igual, de hecho este conjunto de villanos pasan a un segundo plano en gran parte de la cinta, pero hay miembros que desprenden estilo como es el caso de Belle Bottom (a la que da voz la cantante Mónica Naranjo). Todo aderezado bajo el místico manto de un talismán que encierra el poder del zodiaco chino.  

El largometraje transcurre diez años después de la anterior película, pasando de Londres a San Francisco, para aprovechar la variedad de posibilidades que ofrecen los años setenta. Cogiendo influencias de la música disco, pasando por un excelente repertorio de temas clásicos, aprovechando incluso para realizar un curioso homenaje a la saga de James Bond en sus títulos de crédito iniciales. Abraza con fuerza el género de espías más bizarro, rememorando en cierta forma a la saga Austin Powers, quizás por lo cómico y psicodélico de sus escenas o por el paralelismo que guarda con el doblaje de Florentino Fernandez, quien vuelve a aportar expresiones bastante divertidas. Una época de experimentación aún con los estragos del movimiento hippie latentes, o aprovechando el exotismo de la cultura china que tanto les gusta a Hollywood explorar en las secuelas. A grandes rasgos construye un escenario atractivo, acompañado una vez más por un alocado espacio para potenciar la creatividad de su equipo de animadores. Además, por primera vez no es tan cursi, algo por lo que siempre se han caracterizado las películas de Gru, tiene sus momentos adorables pero no es nada empalagosa. Algo que los adultos agradecemos. 

Por cierto, Kevin, Stuart y Bob, los héroes de la anterior entrega vuelven en plena forma, pero la dosificación de sus acciones les hace más agradables. Los chistes de pedos siguen en el aire (nunca mejor dicho), primando la idea de ser una propuesta bastante infantil, de hecho se me hizo algo cuesta arriba en su segunda mitad. No obstante, aunque es un filme pensado para los benjamines, consigue entregar un conjunto más verosímil dentro de su locura personal. Hay gags para todos los gustos, porque aunque sea un recurso fácil, el humor que generan los chistes sobre monjas es un éxito universal. Creo que han aprendido que a pesar de la rentabilidad del protagonismo que han querido dar a estos pequeñajos, debe entenderse que el producto funciona como un trabajo en equipo, precisamente esa es la moraleja de la historia (una vez más), y curiosamente para mí esta peli sí que funciona. Sin ser una gran revolución, pero es una propuesta simpática, mucho menos molesta que lo que veníamos viendo. Y claro que está a años luz del cine de otros tipos de productos animados, pero a nadie le amarga un dulce. Nos gustaría ver más originalidad en sus historias, que exploraran nuevos productos en lugar de recurrir a refritos, pues si, pero corren otros tiempos y lo cierto es que la fiebre por los Minions parece que solo acaba de comenzar. 

NOTA: 3/5

Juan Carlos Aldarias.

Deja un comentario